Venancio es natural de Yby Yaú, Departamento de San Pedro; dejó la escuela cuando tenía 10 años. Con un padre sumido en el alcohol y 6 hermanos, las cosas se fueron complicando. En la calle probó muchas sustancias que tuvo a su alcance para llenar un vacío existencial que en ocasiones le confrontó con la delincuencia para conseguir las dosis, por lo que en el año 2000 fue a parar al Centro Educativo Itauguá.
En el 2007 sobrevino lo peor, ingresó a Tacumbú para cumplir una condena de 18 años; sin embargo, con el paso del tiempo recuperó fuerzas para salirse del pozo, reinició los estudios escolares, aprendió a tocar guitarra al ritmo del pock rock y culminó el 3er curso en Psicología Social de la Universidad Metropolitana de Asunción (UMA) hace semanas.
Hoy tiene claro que no quiere abandonar el penal sin ayudar a otros a recuperarse de sus adicciones y llevar una vida sana. “Yo pasé por lo mismo y la ayuda espiritual debe ir de la mano de la psicológica. Sé cómo se lidia con eso” dice confiado Venancio, quien hace las veces de capellán en el programa de rehabilitación del Pabellón Libertad en ayuda de 178 PPL que buscan reencausar sus vidas.